Anécdotas Hípicas
Venezolanas presenta |
Un Campeón + Un
Soñador = Una Historia Inolvidable |
Por Jaime
Casas |
|
“Estar
loco es fácil”, le dijo Jeff Bridges a Robin Williams en “El pescador de ilusiones”,
película hollywoodense con locos reales. Y si uno lo piensa bien, tiene toda la razón. No hay
compromisos, ni reglas, ni ataduras. No hay patrones, ni verdades, ni
mentiras. La realidad y la ficción llegan a ser tan sublimes que se
confunden la una y con la otra, y se vive con intensidad, soñando siempre,
abiertos a la vida. |
|
¿Cuál es
la vida que deberíamos vivir? Es un dilema de la humanidad, que no
vamos a tratar de responder aquí. Pero sí vamos a adentrarnos un poco en
lo que fue Don Pedro Baptista
y su sueño de gloria, representado en un majestuoso caballo: Cañonero. |
|
¿Dónde está el manicomio para
Dios… allá adentro o acá afuera? |
¿Dónde se han fraguado las
matanzas, allá adentro o acá afuera?… |
Regálame un poquito, un
poquito de locura, que me ando fijando mucho en la marca de mi
pantalón. |
Se te apagó la luz… o la
encontraste |
Se te zafó un tornillo… o lo
apretaste |
Cuál es la dimensión de la
locura, si es más cuerdo el que piensa o el que mira la
luna. |
|
Tanto como la historia la han escrito y la
escriben quienes han ganado las guerras (esos que han resultado vencedores en
las batallas de la vida), los patrones de locura o de cordura son
basados en los esquemas de aquellos que se autoconsideran cuerdos, o normales. Y es allí donde
nos pone a pensar el extracto de la canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona que reproducimos
arriba. |
|
|
|
En su tiempo, por ser distintos, por pensar
distinto, a un genio visionario como Leonardo Da Vinci lo tildaban de
loco; a un Copérnico lo
sentenciaban por garantizar que no era la tierra el centro del universo; a
Sócrates lo obligaron a
suicidarse bebiendo cicuta, y a Juana de Arco, una generala
adolescente, la quemaron en la hoguera. En tiempos modernos, los llamamos
“genios” si nos resultan
simpáticos, o simplemente locos a los que no son como nosotros, o actúan
distinto, y nos burlamos o los execramos de nuestro círculo, recomendando
sean enviados a un manicomio. |
|
Y burlas era justamente lo que recibía uno de
los “locos” más maravillosos
que tuvo el hipismo venezolano. Alguien que tuvo un sueño, una visión, una
ilusión de grandeza guiada únicamente por su pasión y su deseo de
disfrutar en grande de las carreras de caballos. Y nada pudo
detenerlo. |
|
Don
Pedro Baptista fue un
personaje único. Irrepetible. Un apasionado de la vida, entregado al
disfrute del hipismo en todas sus facetas, desde lo social y lo económico,
pasando por lo deportivo, la competencia, y la planificación y estrategia,
la habilidad para negociar y el tino para escoger. Actúo pensando en
grande, y dejó una huella indeleble, y un ejemplo que ojala nunca
olvidemos, como hípicos y como humanos. |
|
Manual para obtener la
gloria |
|
La gran enseñanza que nos dejó esta historia de
Cañonero, es la plena
conciencia de que creer en lo que se hace y soñar… o soñar y creer en lo
que se hace, sin llegar a desconectarse de la realidad, puede ser tan
importante en la vida como la vida misma. Creer en algo, y ser capaz de
darlo todo, de vivirlo y de disfrutarlo sin importar la opinión de los
demás, es un mensaje que vale la pena escuchar y poner en
práctica. |
|
Y eso fue lo que hizo Pedro Baptista, en aquel mes de
mayo de 1971. Creyó y nunca se entregó. Era en aquellos días,
precisamente, en los que su situación económica era más precaria: la
fábrica de tubos al borde de la quiebra, una familia que mantener y
alrededor de 20 caballos en el hipódromo. Cañonero, de hecho, debió ser
traspasado a nombre de Edgar Caibett, su yerno, para evitar el riesgo de un
embargo. Juan Arias, el
entrenador, viajó con 1000 dólares de sus ahorros personales y lo mismo Gustavo Ávila, el jinete, quien
costeó sus gastos. Pedro
Baptista no pudo viajar, pues el poco dinero de que disponía para el
momento se empleó para el viaje del caballo, que se hizo pasando por
Panamá; para el caballerizo Juan
Quintero, quien dormía al lado del caballo, y para su hijo Pedro, de
17 años de en esa época. Antes, ya había comprometido 10.200 dólares para
la pre-inscripción, otros mil dólares una semana
antes de la carrera, y mil más el día previo, o sea, el 30 de abril. Era
una aventura costosa, sin duda. |
|
Podrá imaginarse el lector el panorama: Cañonero había cumplido una
campaña en La Rinconada que a lo más podía calificarse de “decente”. Estuvo invicto aquí a
los 2 años (aunque ya había viajado
a California a correr 2 veces, figurando en ambas, una de ellas en
clásico), y a los tres mantuvo buen rendimiento, pero apenas corrió un
clásico (y llegó fuera de
carrera), el Gobernador del
Distrito Federal, ganado por Yves, la estrella del momento,
que por cierto iba a viajar con Cañonero porque había sido
negociado en 150 mil dólares, toda una
fortuna. |
|
Juan
Arias, el entrenador, nos
confesó en alguna entrevista que no sabía -para el momento- lo que era el
Derby. Cuando Baptista le hablaba, desde el año anterior, que con Cañonero iban a ganar el Derby de Kentucky, el negro Arias
sólo atinaba a preguntarse: “¿el
Derby?… ¿y porqué no me habla
del Simón Bolívar?… esa es la
carrera que yo quiero ganar”. Gustavo Ávila dudaba, a ratos, en
asumir el compromiso, pues estaba en buen momento -acababa de ganar un
clásico con Ejemplo en La Rinconada- y sus buenos compromisos de esa
semana podían consolidar un poco sus aspiraciones en la lucha por la
estadística de ese año. Pero el viaje iba, con o sin ellos; con o sin
dinero…y fue. Traumático, sí, pero se hizo. |
|
|
|
Nada
que perder…mucho que ganar |
|
Cañonero llegó deshidratado y muy decaído en general a
los Estados Unidos. No sólo por los retrasos y el desvío del avión que lo
llevaba por fallas técnicas, sino además por el largo viaje en camión que
debió hacer desde Miami a Kentucky (casi 24 horas) por la imposibilidad de
pagar transporte aéreo. Las burlas que nunca lo abandonaron en Venezuela
parecieron más bien acrecentarse por aquellos lares extraños para toda la comitiva (incluso para Cañonero, que nació en
Kentucky pero que llegó a Venezuela de 16 meses, tras ser adquirido en mil
250 dólares, como parte de un lote de 16 ejemplares traídos a Venezuela
por Luis Navas). Cuando Juan
Arias indicó un trabajo cómodo de |
|
La fecha de la carrera también tuvo su magia:
era 1° de mayo, un día de total letargo en nuestro país. Era el día del
trabajo, pero nadie trabajaba. Y, aunque Cañonero llegó a llamar algo la
atención con su viaje loco, pocos estaban pendientes de lo que sucedía. El
mismo Pedro Baptista, reunido
en su casa con un grupo de amigos, se enteró unas 2 horas después de la
victoria, cuando lo llamó Juan
Arias desde Kentucky…y llegó el alboroto a Caracas, donde hasta
caravanas se hicieron por Cañonero, el héroe vilipendiado,
el objeto de un sueño que sí fue…Pedro Baptista tuvo la razón, y
su vida de sueños ya nunca sería igual. El antes y el después de Cañonero marcaron su existencia,
aunque siguió soñando siempre, en su vida, calificada por amigos -de
tantos que le apreciaron- como bohemia. Lo que vino después, es ya
historia conocida: el triunfo del Preakness, el segundo paso
de la Triple Corona de los Estados Unidos, y luego la lesión en el casco,
que le quitó la gloria de completar la trilogía, llegando cuarto en el Belmont Stakes. El futuro inmediato para Cañonero no fue de lo mejor, pero
más adelante tuvo tiempo de demostrar su gloria, ya vistiendo nuevos
colores tras una venta al Sr.
Kleberg, del King Ranch, criador de Assault, uno de los triplecoronados de EUA. |
|
|
|
Pedro Baptista vivió, después de aquello, 15 años más. Se
mantuvo ligado al hipismo, y para su historia -y para la historia del
hipismo-, quedó registrado el hecho de que una de sus últimas acciones de
vida, en marzo de 1986, fue entregar la Copa Cañonero en La Rinconada. Al
día siguiente abandonaba este mundo. Mundo en el cual su tránsito no fue
en vano pues 40 años después seguimos
recordándolo. |
|
Fuentes: Articulo publicado en La
Hipódromo Digital |
|
Anécdotas Hípicas
Venezolanas,
jueves 26 de mayo de 2011 |
Copyright 2000, Anécdotas
Hípicas Venezolanas C.A. Todos los derechos
reservados |