Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Tod Sloan, la vida espectacular de un jinete yankee

Editado por Juan Macedo

 

A fines del pasado siglo un hombre pequeño ­conmovió al hipismo norteamericano e inglés. Su nombre fue James Forman “TodSloan, nació en Bunker Hill, Indiana, el 10 de agosto de 1874.  Su madre falleció cuando tenía 5 años de edad, por lo que su padre, un soldado de la Guerra Civil, tuvo que enviarlo junto a sus hermanos con un familiar cercano. Siendo un niño, Sloan se escapó de su casa. Paso por un campo petrolero. Fue mesonero de bar, actor de circo, donde se inició como jinete. Finalmente fue llamado por Luis su hermano mayor, que era jinete, y lo metió en el mundo de los caballos.

 

 

Estuvo un tiempo trabajando en un establo en San Luis, luego en Kansas City trabajó en un Haras. En 1886 trabajó en el Latonia Race Park (Kentucky) donde el entrenador Sam Hildreth le dio la oportunidad de iniciarse en la profesión de jinete. No fue hasta el 6 de marzo de 1889, en el Fair Grounds Race Course, cuando logró su primer triunfo.

 

Su estrella alumbró el día en que se des­bocó un caballo y él, al cabo de heroicas pe­ripecias, logró dominarlo. Se le abrieron las puertas de la admiración. Los hípicos apren­dieron que la posición de Sloan sobre un caballo ofrecía menos resistencia al viento y aumentaba la velocidad del animal. Mantuvo esa táctica y de inmediato se convirtió en el mayor ganador de carreras. En 1883 corrió en California donde logró muchos triunfos y en 1896 ganó 128 carreras, incluyendo en Nue­va York (triunfando en el Manhattan Handicap con Belmar) se consolidó como el mejor jockey de la Costa Este. Hizo amistad con el celebre ingles Tom Loates. Se sintió ofendido cuando no lo incluyeron en la lista de los grandes jinetes del año donde en cambio aparecía el negro Willie Simms. Decidió viajar hacia Londres y tomarse el desquite.

 

 

Debutó montando a St. Cloud en el Zare­witch Stakes. La afición inglesa lo bautizó como "Mono subiendo palo" (monkey crouch) por su manera de montar y acomodarse sobre el caballo. Pero ese estilo marcó la pauta del estilo de los jockeys norteamericanos desde entonces hasta los presentes días. En su siguiente carrera terminaron las bur­las ya que tuvo una ca­rrera meteórica y espectacular. Sloan fue el jinete de centenares de ganado­res. Los jinetes ingleses corrían tie­sos como santo en trono. Cambiaron su posición y comenzaron a agacharse como Sloan.

 

Los propietarios se disputaban sus servi­cios. Sloan iba de Nueva York a Londres y viceversa. En 1898 ganaba de 5-2 (40% de efectividad) en los Estados Unidos. Fue a California, paso por Nueva York (donde fue el jinete de Hamburg en el Lawrence Realization Stakes) y otra vez a Londres, específicamente en Newmarket donde una tarde, el 30 de septiembre, ganó 5 carreras consecutivas. Era el mejor jinete del mundo y tenía un mozo de compañía, un secretario y un equipaje de gran señor. William C. Whitney lo llevó a Inglaterra pagándole 5.000 dólares para gastos y alojándolo en la más lujosa suite de los hoteles. Poco después Sloan se encontró con Whitney y le dejó todo el dinero que llevaba y su reloj de oro. En 1899 ganó importantes carreras como las Mil Guineas con Sibola y en 1900 ganó el Ascot Gold Cup con Merman.

 

 

Rico, nadando en el dinero, todas las puer­tas se le abrían. Ganó en las ruletas de Mon­te Carlo y en la bolsa de Wall Street. Su pa­sión por el juego caus6 su ruina final. En Inglaterra no se permiten apuestas de jinete y Sloan lo hacía. En 1900 hizo una apuesta de medio millón de dólares a que su caballo Cadoman ganaba el Cambridgeshire Stakes. El caballo llegó segundo. La noticia trascendió y el Jockey Club lo reprendió. Reconcilió su falta pero, con soberbia dijo: "Los jinetes ingleses tienen el mismo derecho a apostar que tienen los norteamericanos".

 

Se convirtió en consejero -o datero- de Lily Landry. Dio una fiesta de 25.000 dóla­res a Lillian Russell. Lo adularon y lo lla­maron filósofo, hombre hábil, genial, único, de corazón inacabable. Pero en 1900 el Jockey Club Ingles le negó matricula de jinete. No valió de nada la intervención a su favor del Príncipe de Gales (que le había ofrecido 30.000 dólares -una fortuna para entonces- por hacerlo jinete exclusivo de su caballe­riza) ni de los nobles ingleses. No valieron millonarios ni nada. El Jockey Club ingles inhabilito a Tod Sloan y allí co­menzó su declinación.

 

Duró poco en su pedestal de gloria. A los 26 años estaba terminado, se había apagado su estrella. El contó con que la proscripción era tem­poral. Siguió jugando y derrochando la fortuna ganada como jinete. Ya no ganaba ni en los negocios ni en la ruleta. Cada minuto que pasaba era un paso en descenso. Su popu­laridad fue declinando y poco después esta­bleció en Paris un negocio que abandonó por­que no le producía lo suficiente.

 

Después se olvidó definitivamente. Ni ge­nial ni filósofo, ni rico, ni "Mono subiendo palo" ni nada. Se acabó su estrella y en 1920 regresó a Estados Unidos para intentar nego­cios que le permitiera recuperar lo perdido. En 1932 los reporteros de la prensa norte­americana fueron invitados a un asilo para que entrevistaran por última vez a Tod Sloan, el mejor jinete del mundo. Moribundo, con voz rota, que se apagaba casi dijo “aún me quedan dos minas de oro en el norte de California y sanaré para explotarlas”. El 21 de diciembre de 1933 expiraba en Los Ángeles, California, el más celebre de los jinetes yankees debido a la cirrosis que le aquejó al final de su vida, y fue enterrado en el Forest Lawn Memorial Park. Postmortem fue incluido en el Hall de la Fama en 1955.

 

 

Nota: Trabajo publicado en la Revista Turf en el año 1963

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 25 de Febrero de 2010

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