Anécdotas Hípicas
Venezolanas presenta | |
Cuando las
mujeres no cuentan | |
Por Francisco
Morales | |
| |
Muy poco importaba el olor a cagajón, tampoco
el estrecho aposento, ni la encendida bombilla amarilla y mucho menos la
incómoda posición que debía adoptarse. Allí estaba la yegua, a la espera
del peón que noche a noche le hacía el amor burlando todos los obstáculos
que le separaban del resto de los caballos de la cuadra, impedidos, por
razones de seguridad, de establecer la original relación caballo-yegua. Arpa Viajera se llamaba la
potranca de fina estampa. Tordilla. Buena corredora a la hora de la
exigencia atlética. Su entrenador, el fallecido Raúl Payares, le prodigaba
especial cuidado, pues esperaba de ella gran ejecutoria pistera, tal cual
era la encomienda de su propietario, un famoso compositor de música
criolla. |
|
| |
El entrenador, ganador por excelencia en el
óvalo de Coche, confiaba totalmente en las atenciones que el peón
seleccionado por él le ofrecía a Arpa Viajera, aunque desconocía las
escapadas nocturnas del joven procedente del llano venezolano. Eso sí, en
variadas oportunidades llegó a decirle: "Patrón, de todos los purasangre que
usted me ha entregado al cuido, es a esta blanquita la que más he
querido". | |
| |
La apreciación provocaba una sonrisa por parte
del trainner, otra del emocionado peón que,
metido de lleno en sus amoríos, sabía que Arpa Viajera era una jovencita
tresañera que le habían enviado virgen desde el
Haras Santa Cruz. Conocía
también que el padre se llamaba Silver Dollar y la madre Dije. Hasta de memoria recordaba el
tatuaje labial: el 006376. | |
| |
Era domingo 3 de febrero de 1974 y ese día se
disputaba, como prueba central, el Clásico Gobernador del Distrito
Federal en el Hipódromo
| |
| |
Y en efecto, después de la victoria de Silbido en el clásico, vino la
competencia donde la tordilla se colocó cuarta, avanzaba con fuerza por el
centro de la cancha a los gritos del peón, "esa es la mía", hasta que cruzó la
tira en ganancia sobre | |
| |
No
cabía de emoción el enfermizo
personaje que, luego de la fotografía del recuerdo donde apareció la
imagen de cada uno de los allegados a la propiedad, ya desensillada, la
tomó de la jáquima rumbo al establo. En el camino no faltaría la
sentencia: "Esta noche te doy tu
premio". | |
| |
Con
abundante agua la bañó mejor
que nunca, hasta verla blanquear como la espuma e imaginándose un jacuzzi.
Le sobó con dulzura el anca donde momentos antes había recibido el castigo
de los foetazos. Cuidó sus pasos en el corto espacio del picadero al box,
y la introdujo de nuevo en lo que para él significaba su "tálamo". | |
| |
Regresó a las carreras, como para pasar el tiempo. Esperó la noche y
fue en búsqueda de "su amor"
para entregarle el premio prometido. Todo seguía en secreto, un secreto
que sólo él podía revelar. Nadie más. | |
| |
Las
correrías del peón continuaron
sin cesar; un vicio incurable sin tratamiento médico alguno y al que él no
pensaba buscarle remedio. Su amante, dócil, obediente tampoco le
recomendaría un especial consultorio. | |
| |
Pero un día, cuando la previsión y el sigilo se
ausentaron, el vigilante de la cuadra y otro peón escucharon un raro
sonido en el puesto de Arpa
Viajera, por entonces ya ganadora de tres carreras; se acercaron,
abrieron la media puerta superior y sorprendieron al intruso en plena
faena, desnudo y montado sobre el par de bloques que normalmente le
servían para salvar la altura. | |
| |
No hubo escapatoria, de nada le sirvieron las
súplicas que le hiciera al par de empleados, que estaban dispuestos, como
lo hicieron, a delatarlo ante el entrenador Raúl
Payares. | |
| |
Al día siguiente, entre comentarios y risas, se
produjo el despido. Recibió la paga correspondiente a varios años de
trabajo, trasnochos y escapadas. Tomó sus aperos
de trabajo, pasó frente al box de Arpa Viajera y le dispensó un
cariñoso adiós, para luego abandonar el sitio que por bastante tiempo
había sido testigo mudo de sus travesuras. ¡Sinvergüenza!, le gritaron a la
salida. | |
| |
No pasó mucho tiempo sin que otra cuadra le
contratara, pues el peón tenía fama de buen cuidador del purasangre. Pero
la noticia de su romance con Arpa Viajera se corrió como pólvora en
todo el Hipódromo | |
| |
"Llanero, ¿cómo está tu esposa?",
le preguntaban y gritaban a todo gañote. "¿Te divorciaste de Arpa Viajera?
¿Te casaste de nuevo?". Esas y
muchas otras era el estilo de las interrogantes que, al poco tiempo,
causaron la huida del peón del ambiente
hípico. | |
| |
Un enfermo, quien padecía de zoofilia, un
trastornado sexual convencido de que, como en el título, las mujeres no cuentan. Prefirió
a una yegua. | |
| |
Posteriormente, en ese mismo 1974, Arpa Viajera viajó a Puerto Rico
e intervino en representación de Venezuela –junto con el caballo Tanius- en el Clásico Del Caribe que ganara el
panameño Barreminas en el Hipódromo de El Comandante. La
yegua criolla terminó octava. | |
| |
A estas alturas, a un cuarto de siglo de su
aventura, el llanerito debe ser asiduo visitante de un bar de mala muerte
y, entre trago y trago, estará recordando coplas llaneras con fondo de
arpa. | |
| |
Fuente: Reportaje publicado en el Diario El Nacional. | |
| |
Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 26 de septiembre de 2002 | |
Copyright 2000, Anécdotas Hípicas Venezolanas C.A. Todos los derechos reservados |