Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Jim Brady:

Lo Importante es las Pasión por el Juego

Por Víctor Palma

 

Jim Brady, llamado el Rey del Diamante, acaba de ensayar unos pasos de baile, contento por el triunfo de GOLD HEELS, discreto caballo suyo que intervino en el Suburban Handicap de 1902 en los Estados Unidos.

 

De paso se topó con su amigo John Gates, el cual estaba muy afligido y casi lloroso. Brady le preguntó:

 

¿Cuánto perdió usted, John?

No perdí Jim, pero es que sólo gané 40.000 dólares.

 

Jim Brady consoló a su amigo diciéndole que en carreras de caballos no importaba lo que se ganara o se perdiera, como en todos los juegos. Lo que importaba era la emoción de jugar.

 

Gran Derrochador

James Buchanan Brady fue un pródigo derrochador del pasado siglo. Lo llamaban Jaime Diamante, figura intrigante del hipismo que iba desde Broadway hasta San Francisco. Nadie tan afortunado, excéntrico y simpático como Jaime Diamante.

 

Las tres pasiones de su vida fueron: caballos de carrera, vagones de acero y las piedras preciosas.

 

Era gran vendedor de vagones de ferrocarril y en ese negocio se metió también en el tráfico de joyas. Reyes y emperadores iban donde él en busca de las mejores piedras del mundo o en oferta de las que ya poseía.

 

De joven fue cargador en el ferrocarril de Nueva York. Era un caletero, aspecto que no perdió cuando procuró hacerse hombre elegante y bien presentado.

 

Jaime Diamante estuvo siempre en el momento preciso para el gran negocio. Nunca fue convidado pero siempre llegó a tiempo y comió más y mejor. Era vendedor nato. Lo vendía todo.

 

Su voz agradable, sus ademanes naturales, le hacían simpático. Los más reservados y duros se ablandaban al paso generoso de los billetes que fluían sin miedo de las manos de Brady.

 

Jim Brady Hípico

No se concebía a un gran hombre del mundo de los negocios y del dinero sin serlo del reino del caballo de carreras. Jim se metió en los eventos de Nueva York y Nueva Jersey.

 

Se hizo inseparable de los trust de apostadores. Gustaba ser ficha de los alegres frecuentadores de los paddock. Llegó a apostar sumas tan elevadas y a perderlas, que se alteró su sistema nervioso. Le cogió miedo a las carreras y prefería no verlas. Daba la espalda a la pista y algún amigo le iba indicando la posición de los caballos.

 

Un día estaba viendo las carreras en el viejo Monmouth Park. A su lado estaba la deslumbrante Lillian Rusell. Brady agitó la mano y saludó a un amigo. Este, desde la parte opuesta, le contestó alzando el brazo pero poniendo el pulgar hacia abajo.

 

En el mundo de los apostadores, cualquier cosa es una seña aunque no haya tal. Es pura imaginación. Brady, en este caso, tomó la posición del dedo de su amigo como una seña. Entendió que le decía que el ganador iba a ser el último caballo del programa. Fue corriendo a la taquilla. Ganó el caballo y fue un tremendo batacazo. Brady se embolsillo 32.000 dólares.

 

Poco después se encontró al amigo en cuestión. Le dio las gracias por el dato. Pero éste le dijo que lo que había querido decirle es que fuera hasta su baranda para estar juntos.

 

Si yo hubiera sabido que iba a ganar ese animal, le dijo su amigo, no se lo revelo a nadie. Y menos a ti.

 

Brady Propietario

Brady era apostador pero tenía muchos caballos. Nunca apostaba a los suyos. Los veía correr por el premio. De ahí la historia de John Gates, que lloraba por haber ganado solamente 40.000 dólares en taquilla, mientras Brady se conformaba con el premio.

 

Se convirtió en socio de Manning, Mawwell & Moore, poderosa firma de repuestos de ferrocarriles. "Esto que gané aquí -decía- sólo me sirve para costear las cuadras que tengo en sociedad con F. C. McLewee".

 

Salud Comprada

Los médicos le dijeron a Brady que si deseaba prolongar su vida, tenía que someterse a una rígida dieta de leche y galletas. Ante esa perspectiva ofreció medio millón de dólares al grupo de médicos que pudiera curarle una dolencia estomacal.

 

Tras una serie de operaciones de los cirujanos del John Hopkins Hospital, Brady tuvo un nuevo estómago. Lo puso a prueba hasta el límite de su capacidad. Cuando tal hizo, envió el cheque por medio millón de dólares a sus salvadores.

 

Pero Brady, que nunca había fumado ni bebido y que jamás tuvo angustias ni apremios de ningún tipo, murió de un ataque al corazón sin que para nada le sirviera en ese caso su nuevo y costoso estómago.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 10 de febrero de 2002

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