Anécdotas
Hípicas Venezolanas presenta | |
El
dilema del aprendiz de jockey | |
Editado
por Juan Macedo | |
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El aprendiz de
jockey tiene un norte: ganar dinero rápido. En Estados Unidos, para
1963, hay millares de jockeys, pero 24 escasamente han ganado US$100.000 o
más por año. |
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En el mundo del dinero no hay una posibilidad mejor para que
un hombre pequeño haga dinero, que la de meterse a jockey. Es una
profesión de grandes riesgos y grandes decepciones. Aun en plena gloria,
el jockey vive en un círculo de adulancias, engaños, oportunismos e
ingratitudes. Todo cuanto necesita un jockey es una preparación adecuada.
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Hace muchos años se publicó en Turf and Sports Digest un
reportaje sobre 15 aprendices en Estados Unidos. Todos provenían de medios
distintos: bajos fondos puertorriqueños, hogar tipo medio norteamericano,
jardinero y escolar alguno. Otro fue promesa campeonil de boxeo y hasta no faltaba un delincuente
juvenil. | |
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Diez años más
tarde se hizo una
revisión con base al reportaje de entonces. Cuatro de aquellos 15
aprendices han desaparecido del mundo de las pistas. Cinco siguen ahí,
defendiéndose como jinetes de ejercicios o en actividades propias de la
profesión. Ninguno de los 15 muchachos resultó estrella. Tres cumplieron
condena en cárceles. | |
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Ha habido grandes promesas de jockeys que posteriormente se
hunden en el anonimato. Hay aprendices que casi se consagran. Pero el peso
les cierra el camino de la continuidad y desaparecen. El que tiene visión,
ahorra y asegura su futuro.
Pero el que cree que la gloria es perpetua, se arruina y queda pidiendo.
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El presente y
futuro de los jockeys aprendices se ha convertido en un pequeño
problema social. Se ha trabajado en la forma de orientarlos para que no se
arruinen, los afortunados, antes de que les pase su
hora. | |
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Eddie Arcaro, eminente
autoridad mundial como jockey, ha dicho: “Nada se aprendería en una competencia
de principiantes”. Eso fue su negativa al proyecto de hacer que los
aprendices corrieran entre ellos en carreras especiales y no confundidos
con estrellas y con mediocres. En todos los hipódromos hay siempre un
déficit de jockeys. | |
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En Estados Unidos se hizo frente al problema creando escuelas permanentes de jockeys,
que llevó el nombre de Eddie Arcaro School for Jockeys. La escuela funcionó en el Chino Ranch, de Rex Ellsworth, en California, con alojamiento y
caballos suficientes para el aprendizaje permanente.
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Lo raro en un jockey es su urbanidad. Se debe
eso a la pobre extracción de casi todos. El jockey, como el boxeador, sale de
la nada, de lo peor a veces. De ahí que un jinete educado, refinado,
gentil y con modales propios de la buena familia, sea muy
raro. | |
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En la Escuela en cuestión se dio enseñanza profesional y se trató
de moldear la formación de los aspirantes. Les enseñan urbanidad para el
comportamiento en la pista y fuera de ella. Ningún aprendizaje más grato y
más fácil que el de la urbanidad. También se les enseña algo de economía
elemental, personal y hogareña, cosa de que una posible fortuna no
perturbe la mente del sujeto ni lo haga quedar desprovisto como le ocurre
a todas las estrellas del boxeo y el hipismo.
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En la Eddie Arcaro School se admiten
sólo muchachos que hayan trabajado con caballos. Nada de improvisados ni
advenedizos. La vocación puesta a prueba es condición sine qua non.
Además, la edad y el peso. Un muchacho con 15 años o menos está expuesto a
crecer y aumentar de peso, peligro que desaparece cuando el aspirante
tiene 17 años o más. Desde luego es preferible que no tenga más de veinte
años. | |
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El económico es el gran problema del aprendiz de jockey.
Todos provienen, como hemos dicho, de medios distintos, sujetos a
estrecheces económicas. El enriquecimiento para un tipo de éstos
desequilibra, si tal enriquecimiento sobreviene súbitamente, a él mismo y
a su familia tradicionalmente pobre. | |
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Lo primero que se procura un aprendiz pobre convertido de la
noche a la mañana en hombre rico, es un flamante carro último modelo. Por
razones psicológicas fácilmente explicables, el aprendiz, por pequeño que
es, prefiere el auto grande y reluciente.
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Muchos aprendices comienzan siendo ricos. Un diez por ciento
de ellos derrocha lo ganado y después se asustan y sientan cabeza. A veces
es tarde y se conforman con vivir discretamente lo bueno o malo que le
reserve el destino dentro de la profesión.
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Dos años después de sus brillantes actuaciones iniciales
cuando es una estrella, el aprendiz se enfrenta al problema del peso.
Entonces tiene que luchar y luchar. Y se encuentra frente a un dilema: o
es feliz comiendo o se retira. | |
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Antes de decidirse, hay que revisar la cuenta de ahorros. A
veces no hay nada porque todo o gran parte, sin que se diera cuenta, se ha
derrochado. Ese dinero que el jinete gana con tanta facilidad, con igual
facilidad se despilfarra. | |
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Es imposible pedirle a un muchacho de 18 años que tenga
serenidad y salve sus dólares. He ahí la gran tragedia, el gran dilema. Si
decide comer completo, se acaba la vida fácil. Si prefiera solidificar sus
finanzas, debe seguir el sacrificio del ayuno
constante. | |
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Mientras se debate en una cosa y otra, la mente del jinete y
con ella su carácter y quizás su mejor tesoro, la inteligencia, se
desequilibran. | |
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Para un aprendiz un buen tutor pueden ser sus padres, un
gran amigo o un preparador con sentido común. Si lo encuentra en su camino
y procede obedientemente, su futuro estará asegurado.
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En este mundo del ahorro y no ahorro de las estrellas
precoces de los jinetes, es famosa la siguiente anécdota. Era un famoso
aprendiz de por allá por 1920 en Estados Unidos. Ganaba mucho dinero, pero
no había perdido la cabeza. Estaba sereno, tranquilo, parado en una
esquina de Saratoga, cuando pasó, feliz, en su lujoso auto; un famoso y
veterano jinete profesional. A su lado llevaba dos hermosas rubias
coristas que se hacían pagar muy caro. El aprendiz comentó “Qué idiota. Cómo bota su dinero en
auto, ropa y mujeres, en vez de invertirlo en whisky”. | |
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Fuentes: extraído de la Revista Turf, www.everybodylovesitalian.com
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Anécdotas
Hípicas Venezolanas, viernes 29 de
julio de 2016 | |
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