Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Amor y fe de un propietario salvan la vida de un potrillo

Editado por Juan Macedo

 

He aquí el relato de un acto de lealtad, de confianza en Dios. El hecho ocurrió en Cypress, en el haras de los esposos Leal, en Estados Unidos. El 28 de enero de 1963, la yegua Our Inmigrant parió un potrillo hijo de Nashville. Desde su nacimiento, el potro fue alegre y decidido. La yegua Our lnmigrant es hija de Tulyar en Sabzy, por Stardust, medio hermana de lndian Hemp, por lo tanto. Nashville es un Nasrullah. Los Leal estaban orgullosos de su potrillo.

 

 

El 2 de marzo, cuando enseñaban a marchar al potrillo, arrancó en forma retozona, dio un salto, cayó y no se levantó más. Los Leal llamaron de urgencia a un veterinario. Del examen radiológico se dedujo que había sufrido fractura de la columna vertebral. Se palpaba incluso la fractura de pulgada y media.

 

Los Leal llamaron para consultas a un segundo veterinario. Este decidió remolcar al potrillo hasta el establo y lo colocó en una cama de paja. Pero al cabo de una larga discusión, los dos veterinarios no se pusieron de acuerdo en el tratamiento a seguir con el caso. Uno de los veterinarios dijo que el animal jamás volvería a caminar. Recomendó su sacrificio inmediato. El otro veterinario dijo que si los dueños estaban dispuestos a dedicarle al tratamiento del potro, el tiempo necesario, además que una gran dosis de amor, él se comprometía a salvarlo.

 

John Leal es un hombre de mucha fe. Aceptó el consejo y se ofreció para hacer lo que indicase el veterinario. El sufría aún la impresión de un grave accidente que te había ocurrido a su hija Sonia. La chica estaba jugando en la finca cuando un tractor le pasó por sobre el cuerpo, produciéndole fractura de la pelvis y la espina dorsal. El suyo era un caso perdido. Pero sus padres eran gente de mucha fe. Habían pasado por Roma y recibieron la bendición del Papa Juan XXIII, que les fue impartida a muchos niños peregrinos. Impresionado por la palabra del Papa, John Leal sintió el impulso de luchar hasta el final. Se dispuso a salvar a su hija y agotó todos los recursos. Durante un tiempo la miró en una silla de ruedas. Durante otro tiempo la vio caminar con muletas. Hoy es una niña normal, sin el menor vestigio de aquel grave accidente.

 

 

A John Leal le pareció ver en aquel potrillo inocente, incapaz de razonar pero con una mirada que por sí sola dejaba traslucir el intenso dolor que lo embargaba, la propia imagen de su hija rota. El potrillo fue anestesiado. Luego se le preparó un cabrestillo que sostenía el peso del cuerpo, evitando, de paso, todo movimiento doloroso. Se le preparó alimentación especial.

 

Al cabo de varias semanas, se apreció que la fractura comenzaba a consolidarse. Cuatro meses y seis días después de aquel accidente, se le quitó el cabrestillo al potro y pudo sostenerse sobre sus cuatro patas. Al comienzo anduvo vacilante. Luego mejoró su paso. Hoy camina normalmente. John Leal no está seguro de que su potrillo pueda correr. Pero aspira a que sirva como semental. Su gran sangre justificaría ese empleo.

 

De todas maneras, tiene lo satisfacción de que salvó la vida de un bello e inocente animal que se rompió jugando, como se rompen los niños.

 

Nota del editor: efectivamente el potro no corrió, y fue registrado con el nombre de Faithville. Fue utilizado como semental y produjo buenos corredores.

 

Fuentes: extraído de la Revista Turf (octubre 1963)

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 27 de octubre de 2016

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