Anécdotas Hípicas
Venezolanas presenta | |
A
propósito de Subastas | |
Por Cristóbal
José Malpica Barráez | |
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Como había ocurrido otras veces en el primer
quinquenio de los años 30, un día de 1935 el Benemérito Juan Vicente Gómez
reúne a su gente de confianza: generales, ministros, doctores y
consejeros, hombres de números y de letras, hípicos o no. La razón
primordial es la adjudicación de algunos ejemplares importados para las
carreras. Es un caldo donde todos meterán la mano; allí está la fortuna en
el sombrero y el papelito, o la desdicha en un simple numerito. Algunos o
casi todos tendrán suerte, en esos lotes vinieron pisteros buenos de
verdad como Kudi y Placer. Pocos se embarcarán, pero
embarque al fin de cuentas. El juego es sencillo: el coronel “X” mete la
mano, saca un papelito y ya está, un número le indicará cual ejemplar ha
adquirido o le han adjudicado, como quiera entenderse; el tiempo dirá su
suerte. Lo cierto es que desde ese momento ya se es propietario, quiéralo
o no. Todos los ejemplares tendrán nuevo amo y a ninguno le morderá el
bolsillo, pues, hay para eso y mucho más, pero sentirán la cadenita en el
cuello que los obliga a visitar constantemente al hipódromo capitalino de
El Paraíso, gústele o no. Con
el tiempo le gustará y lo querrá, es la magia del
hipismo. |
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Entre los metedores de mano sin suerte está el
Dr. González Rincones; le
tocó, sacó su papel, tomo su caballo y le puso Martell; no movía las
patas y causó decepción a su propietario obligado. Quería salirse del
coroto y por ello lo adquiere el joven Florencio Gómez. Éste atiende los
consejos del “Bejuco” Juan
Franco, le entrenan diferente, le cambian el nombre y le depositan su
fe. Llamándose Lanza Libre
ganó el Presidente de
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Entre los afortunados por carambola, el propio
Florencio Gómez Núñez. Su
padre mete también su mano en 1926 y saca el número 6, es un caballo
francés, le ponen Maracay y se
lo registran como III, ya que
le antecedían dos buenos ejemplares con ese mismo nombre; resulta buen
corredor, incluso 2do. a nariz en | |
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Pronto vendrían los remates, las subastas
públicas y hasta en transmisiones radiales. Con los años llega el Tattersalls de hoy día y
las coberturas de Radio
Sensación. | |
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Durante el último cuarto de siglo antepasado,
dos personajes nos dejarían una sabrosa crónica de lo que se suponía era
entonces la popular rifa. Veamos. | |
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Francisco de Sales Pérez es un escritor costumbrista, ocupa cargos
políticos importantes y edita algunas obras literarias, entre ellas “Costumbres Venezolanas”. Ronda
en Valencia por esos días un joven aprendiz, heredero artístico de su
padre Juan Michelena y de su abuelo Pedro Castillo. Don Francisco le da la
oportunidad de su vida: ilustrar esa obra; el pequeño no defraudó, a pesar
de sus 12 años y casualmente su primer nombre era Francisco, aunque comúnmente le
llamaban Arturo. | |
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En esa obra, don Francisco de Sales expone: “El comercio es el arte de vivir de
los demás. Así vemos con frecuencia negociantes que no viven de lo que
ganan, sino de lo que pierden, o mejor dicho, de lo que pierden los demás.
El comercio principió con la necesidad de cambiar un producto por otro.
Más tarde se inventó el dinero, equivalente de todos los valores que vino
a facilitar todas las transacciones. En seguida aparecieron los avaros.
Después vinieron los ladrones que hicieron necesarias las letras de cambio para trasladar
los caudales. El campo era estrecho para la ambición de los negociantes y
fue preciso instituir el crédito: así se negoció sobre el porvenir y se le
dio valor a la promesa de pagar. De aquí nacieron las trampas. Para
contenerlas se inventó la cárcel. Pero la sociedad tuvo que defenderse de
la usura que amenazaba con el grillete, del mismo modo a la desgracia que
al fraude y fue necesario abolir la prisión por deudas. Entonces se exigió
la fianza, garantía, escritura. Las transacciones se dificultaron. La
especulación necesita nuevos horizontes y fue necesario lanzar el
pensamiento por otros rumbos, para llegar sin trabas ni patentes al
siguiente resultado, que es mucho más sencillo: tomar dinero sin entregar
a cambio ningún equivalente. Esta solución debió consumir el cerebro de
muchos hombres de talento. Sin embargo, estaba reservado a un caballo
resolver el problema. No fue precisamente porque el caballo discernió, por
ms que haya caballos más pensadores que algunas
gentes; sino porque apuró el ingenio del que lo mantenía. El tal caballo
era un compendio de todos los defectos conocidos. No hallando el dueño
modo de salir del animal, dijo un día, irritado: “¿No hay quien quiera
comprarlo por ningún precio? Pues, yo buscaré quien lo pague sin recibirlo
y uno que lo reciba sin pagarlo”. ¡He aquí descubierta la rifa! El fecundo
modo de vender caro lo que nadie quiere comprar. ¡He aquí resuelto el
problema de percibir dinero sin dar nada a
cambio! | |
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Nadie
me negará que aquel caballo no representaba nada,
y si representaba algo, era un valor negativo. Su estómago devengaba un censo
diario que debía pagar el que se llamara su dueño. Más bien que una
propiedad, era una deuda irremediable, con un crédito
leonino. | |
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El
mayor inconveniente que tuvo el dueño del caballo para colocar las
acciones consistió en que todos temían ganárselo. Los accionistas
preferían pagar el número, sin quedar expuestos al favor de la suerte.
Pagar y ganar era perder dos veces. ¿Pero, cómo se proponía semejante
cosa? No había medio delicado. El caballo se rifó y uno de tantos tuvo la
desgracia de ganarlo. Éste, a su vez, tuvo que repetir la rifa para salir
del cáncer; y lo mismo hizo el otro agraciado, y el otro, y el
otro,….Tengo para mí que ese caballo es el mismo que se está rifando en
nuestros días, todos los domingos, y que seguirá rifándose hasta la
consumación de los siglos. ¡Especie de judío errante condenado a no
detenerse nunca! ¡Hoy debe tener cerca de cinco mil años y todavía está
potro! Las rifas, pues, son una calamidad antediluviana; pero, en los
presentes tiempos se han recupecido de un modo
terrible. Con las lluvias primaverales han brotado por millones, como las
cigarras. No se puede caminar una cuadra sin que le detengan a uno
presentándole un papel con las fatídicas palabras: ¡SE RIFA! A mi me
producen estas letras la misma sensación que un frasco de álcali volátil,
aplicado inesperadamente a la nariz. | |
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Continúa don Francisco de Sales en algunos
pasajes de su sabrosa crónica: …La
rifa es una contribución forzosa que se impone a la amistad. ¿Quién no
tiene amigos? Sobre todo si tiene con qué pagar una rifa;……no ha muchos días me encontré con un
amigo muy estimable, a quien mi cariño concede el derecho de disponer no
sólo de una libra mía, sino de las 135 que peso en cuerpo y alma. De
repente, como quien tira una estocada a traición, me dijo: dame una libra;
¡libra! –le dije tartamudeando, sin volver a aquella sorpresa que bastaría
para quitarle el hipo a cualquiera-, ¿para qué?; dámela, ya sabrás –me
dijo imperativamente-; qué recurso, sacar la libra, aunque no fuera más
que por curiosidad de saber para qué obra buena se había contado con mi
cooperación. Ya guardada la
libra, sacó mi amigo una lista encabezada con un “Se Rifa”. ¡Santa Bárbara! –exclamé-; vas a ganarte el caballo –me dijo- ; no
quiero, prefiero perder; pues ganarás porque tu número tiene cierta cábula; hagamos un trato –le dije-, te lo cedo con
cábula y todo, devuélveme la libra; no,
no…quiero montarte; ya lo estoy – le dije- tengo una mula famosa. Mi amigo
salió doblando su papel tranquilamente y yo quedé sumergido en esta
reflexión: de cuántos gustos privo todos los días a mis hijos por no
gastar una libra, y sin embargo, la he botado en el mar. Y no es lo peor,
sino que, después de mí llegó el vecino por otra libra y después vendrá
Pepe, y mañana Juan y Diego y el almanaque
entero. | |
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Don
Francisco de Sales Pérez sirve
a la nación como Ministro de
Fomento y en Carabobo es Presidente del Estado. Disfrutó
las carreras en el hipódromo valenciano de Quigua, hasta el cierre de
éste en 1904, viéndosele luego con sus caballos animando las reuniones que
para continuar viviendo la emoción hípica, se organizan en 1908 en Guaparo
-tal vez impulsada la fanaticada por la
inauguración del Hipódromo de El
Paraíso en Caracas-, donde el mejor caballo era suyo: Altamira. Murió don Francisco de Sales en 1932, días
en que reabría el hipódromo capitalino de El Paraíso. Contaba 96 años y se encontraba
en Caracas, su ciudad natal. | |
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Mientras en Keeneland los yearlings por Storm Cat y
A.P. Indy
se llevan los dólares por millones; en Venezuela, Jorge Luís Escobar ensulza un pedigree
describiéndole majestuosamente y el martillo retumba en otra danza
millonaria, la de acá. Unos ganarán clásicos, otros apenas su carrerita;
es la “rifa” de hoy en día. | |
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Por cierto, aquel niño de la ilustración, no es
otro que el insigne pintor e hípico, Arturo
Michelena. | |
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¿Qué
pintor no es poeta, si lo inspira la gloria de
triunfar? | |
Él
fue un poeta a quien | |
Yo
cambiaría los ritmos de mi lira, por un solo color de su paleta! | |
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Poeta
Andrés Mata | |
(Acto en la Academia de Bellas
Artes, Caracas, 1904) | |
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Anécdotas
Hípicas Venezolanas,
jueves 30 de agosto de 2007 | |
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