Anécdotas Hípicas
Venezolanas presenta: | ||
Omar
Lares | ||
Por
Marsolaire
Quintana | ||
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“Forjado como
cronista en aquella otra era de gobernantes charreteras, nunca ha dejado
en el tintero la simpatía que entonces les profesara, así como tampoco se
reserva el rechazo que paradójicamente el actual comandante en jefe le
inspira. No sólo hombres de uniforme, sino toreros, estrellas olímpicas y
de las marquesinas imbrican sus cuartillas y ocupan el álbum de personales
afectos -en el que podría anotarse algún galante episodio como nota a pie
de página- de este periodista que se convirtiera en aedo de una Venezuela
que es ahora pura nostalgia. Testigo y protagonista, este experto en
obtener entrevistas de celebridades e inaccesibles poderosos, no obstante,
es también experto en el arte de
evadirlas” | ||
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Todo estaba listo para que aquel jueves, el “suplemento ameno” de un
prestigioso diario fuese retenido por primera vez entre las manos de la
sociedad caraqueña. Era octubre de 1953 y el país entero vería en su
primera portada a un espigado muchacho, retratado junto al mayor Benjamín
Maldonado, presidente de la Liga Profesional de Béisbol. Era Omar Lares Rigores, el
cronista. | ||
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En esos días se estrenaba Los caballeros las prefieren
rubias, con Jane Russell y Marilyn Monroe. Lucila Palacios escribía su
columna Excursión, y los avisos ofrecían la oportunidad de hacerse con un
televisor RCA Víctor, modelo consola, por el precio de Bs. 2.195 . Además,
en el Country Club las damas de la Sociedad Bolivariana desfilaban por ese
entonces los trajes de León Benzecry, a
beneficio de los niños huérfanos y, a decir verdad, de la imagen pública
de doña Flor de Pérez Jiménez. | ||
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Aunque el Ministerio de Relaciones Interiores anunciaba la
programación de la Estación Televisora Nacional entre 7 y 9 de la noche,
la radio reinaba con sus novelas y sus musicales: Amorosa redención se
transmitía con éxito en Radio Rumbos, que quedaba en la esquina de Junín;
A gozar muchachos, animado por Musiú Lacavalerie en Radio Caracas y El Bachiller y Bartolo
por Continente, disfrutaban de la más alta sintonía. No obstante, ese
octubre estaría marcado por la serie mundial de béisbol, narrada por
Pancho Pepe Cróquer en Radio
Tropical. |
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La gente asistía a
restaurantes como Chez Napoleón o El Jardín, éste
último ubicado entre las avenidas Vollmer y
Alameda de San Bernardino. Y la noche pertenecía a la jai, que concurría en su automóvil Citröen –“el
pura sangre de la carretera, traído desde París por 5 mil 220
bolívares”- a la boîte de El Conuco, para
ver y escuchar a Carlos D’Castro, escandaloso
travesti. Sin embargo, la locura de la insomne clase acomodada consistía
en apoderarse de las mesas del Moulin Rouge, en
la esquina de Sociedad –tan
patriótica ayer como ahora, tiempos de la carne en vara resucitada-
recinto cuyo lema marcaría para siempre la época: “belleza, frivolidad, alegría”. ¡Genial!, sería la exclamación
cónsona con su estilo, marcado por latiguillos expresivos que cierran cada
episodio de sus columnas. | ||
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Tres años atrás, el 1º de agosto de 1950, Omar Lares entraba al diario El
Universal por la puerta del recién estrenado edificio Ambos Mundos, frente
a la Cancillería, de Conde a Principal. El mismo día en que el torero
César Girón obtuviera un triunfo memorable en una novillada criolla -en el Nuevo Circo de Caracas mataría 6
ejemplares, por percance de su alternante Moreno Reina- Omar Lares subía al primer piso
para ponerse a la orden de Hermán Ettedgui. Chiquitín, el atleta cuyo récord nacional
aún mueve las entrañas henchidas de orgullo patrio, sería su jefe por
algún tiempo. | ||
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“Era un edificio muy
bonito, diseñado por el arquitecto Gustavo Wallis”, recuerda Alfredo
Schael, quien acompañaba a Guillermo, su padre,
cuando éste escribía para el diario su columna Brújula. En la entrada
habían colocado una mesa grande de mármol, para redactar avisos
clasificados, que se entregarían en las taquillas ornadas con bronce.
Hacia el fondo, a la derecha, quedaba la redacción. Allí estaba la oficina
de Pascual Venegas Filardo. Aparte, en el primer
piso, estaba la sección de
deportes. | ||
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“En aquel momento
había un pariente suyo, llamado Werner Heuer
Lares, en la directiva del periódico”, afirma Schael. La familia estuvo vinculada a la sociedad de
Trujillo y del Zulia. De hecho, “Omar desciende de un personaje muy
importante, llamado José Ignacio Lares, un hombre de Escuque, emparentado de alguna manera con Rafael María
Baralt”, continúa el director del Museo del
Transporte, con ánimo genealógico. Omar Lares nació en Valera,
estudió con los Salesianos en el colegio Don Bosco de Valencia, llegó muy
joven a la capital, y eso es algo en lo que todos sus exégetas
coinciden. | ||
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Entonces el muchacho de la provincia comenzó a escribir en
El Heraldo. “De allí lo arrastré
hacia El Universal”, asegura Chiquitín Ettedgui. “En
esa época, los maestros de la crónica deportiva eran Miguel Toddé, Alberto ‘Tapatapa’
Hernández, Franklin White y Juan Vicente Bello”, rememora Álvaro
Miranda, quien entró al periódico el mismo año. Miranda venía del diario
La Esfera. Era estudiante del liceo Fermín Toro y cubría, para ese
periódico, la crónica de los Juegos Inter liceístas. Luego lo llamaría
Andrés Eloy Dillinger a trabajar allí, cobrando
un modesto sueldo. Poco tiempo después, cuando al fin se aposentó en Ambos
Mundos, se convertiría -junto con
Lares, Abelardo Raidi, Felo Jiménez y media docena de nombres gentilmente
recordados por los nostálgicos- en pionero del periodismo
deportivo. | ||
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“Ser cronista
deportivo –imagino que igual pensará Omar- era algo espectacular”,
reflexiona Miranda, “pues estábamos
ingresando a un campo en el que todos teníamos la misma oportunidad”.
En las tardes Miranda y Lares acudían a los eventos. “Establecíamos las relaciones y
escribíamos con propiedad a partir de nuestra consulta a los
entrenadores”, comenta. Según Miranda, este apasionamiento produjo una
de las crónicas más puras, más sinceras, de América Latina. Mientras que
en otros países la crónica había sido cuestionada por su ligazón con
determinados equipos, en Venezuela hubo un espíritu bastante prístino. “Había un muro invisible entre el
cronista deportivo y el resto: estábamos separados de la actividad
política”, remata. | ||
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Bello, gran amigo de Lares, cubría algunas fuentes “elitescas”
como el tenis y el golf, e introdujo al periodista trujillano en aquel
mundo reservado sólo para algunos pocos elegidos. Sería la década gloriosa
para la raqueta de Andreína Pietri, hermana de la ex-primera dama Alicia Pietri de Caldera; prima de Arturo Uslar Pietri; pariente de los Herrera. Metafóricamente, eran
los grandes cacaos. Coloquialmente, los chivos que más meaban.
Literalmente, los oligarcas. ¿Cómo
lo ven?, señalaría Lares en sus
remates. | ||
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Lares simpatizó con esos privilegiados desde el comienzo. La
calidad de su producción, los contactos que hizo y las personas que
aparecieron en las páginas de El Universal, demostraron que era alguien
capaz de establecer lazos internacionales, viajar con frecuencia e
incorporar no sólo el deporte en sus reportajes. “Su columna ayudó mucho a tener un
cúmulo de relaciones locales que le daban acceso a esas grandes
entrevistas”, deja entrever Schael. “Creo que sus comentarios sobre los
espectáculos y eventos sociales, que no tuvieran una relación directa con
el juego, era una manera de proyectar la fuente deportiva hacia otras
esferas”, apunta Miranda. | ||
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“Es una persona muy
ávida de información, con la habilidad para saber lo que puede convertirse
en noticia en un momento dado y presentar en forma amena, y hasta escueta,
si se quiere”, comenta la voz de una fuente reservada. “Pero su afán de notoriedad ha sido su
perdición”, resalta. Y agrega, no sin antes insinuar que Lares y él no
se hablan desde hace años “por
antiguas querellas” de origen hípico “es un agallúo de la información, capaz de todo por una
exclusiva”. | ||
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Pese al sesgo de estas opiniones –no pocas, por cierto, entre quienes
pretenden dar su versión y ocultar su apellido- Lares consiguió
docenas de entrevistas polémicas –Salvador Dalí, María Félix, Marcel
Lefebvre, Augusto Pinochet, Rocky Marciano, Sophia Loren, figuras cuestionadoras y cuestionadas, y excesivamente
quisquillosas con la prensa- en una época en la cual sólo el peso de
las afinidades y los parentescos podía lograr tales
hazañas. | ||
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Dicen las fuentes cercanas que como entrevistador ha hecho
historia. Incluso, dejaba muchas veces lo que estaba haciendo -tareas cotidianas como la crónica del
día, el comentario oportuno, la supervisión de sus redactores cuando ya
había tomado la jefatura de deportes- para cruzar el mar. Dicen
también –reconstruyendo la crónica
del cronista con anécdotas y cuentos de camino-, que por aquellos años
dos grandes palancas habrían de impulsarlo hacia esas entrevistas: Phill Gèrard y el yugoeslavo
Antoni Peroscz, quien
fungía como representante de Cessna en el país. Tal vez esas amistades
incentivarían su gusto por la aviación, mejor dicho, por el Concorde, mudo
testigo de las tertulias y de los coqueteos del periodista con el jet set
internacional, sin excluir a las aeromozas, por
supuesto. | ||
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El regodeo del personaje en su conquista por el privilegio,
no conocía límites y desde muy temprano inventaría sus propias fórmulas
para conseguir los objetos de sus deseos. Que serían muchos. “Una noche”, cuenta José Visconti,
quien trabajó a su lado durante 14 años, “regresaba Carrasquelito de su primera temporada en las Grandes
Ligas, de incógnito. Lares lo fue a buscar, lo llevó a cenar y luego lo
mantuvo escondido en un hotel”. Levantó el teléfono y ubicó a Felo Jiménez, quien representaba en ese momento algo
así como la competencia: “Felo, dijo, llegó Carrasquelito”. “¿Sí? ¿Y dónde está, para
entrevistarlo?’, preguntó Jiménez. “Puedes verlo mañana en sus
declaraciones para El Universal“, encajó Lares. ¡Agudo!, parece ser la expresión
del periodista a propósito. | ||
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Al tiempo que despachaba como jefe de sección, elaboraba su
columna de los jueves, la cual aseguraba una circulación exitosa para el
periódico, pues junto con la de Abelardo Raidi,
de El Nacional, la gente podía hacerse una idea de lo que pasaba en el
país y no era reseñado en los titulares. De esta manera, Lares había
pasado a ser, a un mismo tiempo, actor y relator. Debido al influjo que
sus comentarios “periféricos”
sobre eventos sociales tuvieron sobre el sector más tradicional y
empingorotado, creó Sprit, “una columna que la ha copiado todo el
mundo, por cierto”, dice Álvaro
Miranda. |
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Y es que desde que el Mercure
galant fuera fundado por Donneaut de Vizé en 1672,
época de Luis XIV, los beneficios que pudiera producir el agradecimiento
de las personas de alta posición elogiadas en su publicación, era algo de
esperarse. “Si no, ¿cómo podría
financiar la columna dominical?”, pregunta uno de sus cómplices
nocturnos. “Por eso su columna
dominical es lícita”, resalta Miranda. “Hoy día a lo mejor la gente de las
nuevas generaciones tienen una postura más crítica frente a lo que él
hace”, ensarta Schael. | ||
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Mas las rosas sin espinas, aún no se han inventado, aunque
unos cuantos desearían lo contrario. Esos comentarios, ese reconocimiento
público de sus relaciones, le han traído acerbas críticas. “Ha tenido una postura polémica, como
el reconocimiento que hace al período perezjimenista”, asegura Alfredo Schael. “Tuvo
un amigo ahí”, prosigue, “una
persona con quien estableció buenos vínculos” Ese hombre era Pedro
Estrada. En tiempos del exilio de Estrada tuvo la oportunidad de hablar
mucho con él, y éste daba informaciones que algunas veces dejaba colar en
su columna. | ||
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El propio Estrada, en una famosa entrevista concedida en
París a Agustín Blanco Muñoz, lo confirma: “Y ahí tienes el caso de un periodista
que públicamente dice que es mi amigo, cuestión a la que no se atreve
mucha gente, que es Omar Lares. Jamás lo conocí en Venezuela. Hoy le tengo
gran afecto porque admiro su consecuencia y su valor. Muchas veces ha ido
más allá, y hasta he llegado a preocuparme, porque pudiese publicar cosas
que no le convengan al periódico donde trabaja. Sin embargo él lo
hace”. Lares publicaría, inclusive, el famoso telegrama con el que
Pérez Jiménez detuvo la supuesta incursión a territorio patrio: “cuando los barcos colombianos estén
llegando a Los Monjes, los camberras estarán
sobre el Palacio de San Carlos”. ¡Ahí queda eso!, como escribiría el
propio periodista en Sprit. | ||
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Con el transcurrir del tiempo Lares devino ídolo. Ni más ni
menos. De hecho, quienes le han facilitado o despejado el camino para
llegar a sus fines así lo consideran. “Además de su propia iniciativa”,
comenta Schael, “es un hombre que tiene una muy
desarrollada manera para la pesquisa; es ameno, es ligero, es preciso, y
adorna su columna con latiguillos. Y si uno no los encuentra, se
extraña.” | ||
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Veinte años más tarde, Omar Lares se había transformado
en el gran mediador. Sus entrevistas y sus columnas semanales le habían
convertido no sólo en los ojos del deporte, sino en la voz de un sector
muy determinante de la colectividad. “Una voz de locomotora subiendo una
cuesta”, como lo describe Visconti. En ese sentido, el propio Schael reconoce que el periodista “estableció una especie de compromiso
con un sector cuya opinión, lamentablemente ha sido bastante
errática”. Y otra fuente –cuyo
esplendor y ornato impiden pronunciar su nombre- opina que “las personas que han sido
interpretadas allí, no le han permitido a este señor mantener un
pensamiento coherente”. “El se
deja impresionar mucho por las opiniones ajenas”, completa Schael. | ||
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“El no ha dejado de
ser un romántico trasnochado: se abraza a una idea y por ella se
apasiona”, revela su amigo Leo Ron Pedrique,
amigo desde la década del 70, época en la cual Lares comienza a invadir el
terreno del hipismo. “Yo criaba
caballos de carrera”, prosigue, “y a él siempre le han gustado los
caballos”. En efecto, Omar
Lares incursiona en ese terreno y en la administración pública de
manera frontal, durante el primer quinquenio de Caldera, como directivo
del hipódromo de La Rinconada. En realidad, durante algún tiempo, en otra
Caracas, la gente que tenía posibilidades y recursos, vivía prácticamente
en El Paraíso, cerca del viejo hipódromo. De ahí surgió una cantidad de
familias hípicas entres las cuales estaban los Abilahoud, los Lauría, los
Pocaterra. “Por eso es que se dio esa mezcla entre
gente vinculada a la cuestión del turf”, relata Ron Pedrique, “gente allegada a la crianza –los Branger, los Revenga-, y el círculo de mayor
prestigio, el Jockey Club”. Sólo entraba gente de “abolengo”, y Omar Lares andaba por allí a sus
anchas. ¿Cómo lo ven?, acotaría
Omar. | ||
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Lares aprovecha su apego al mundillo hípico -Domingo Noguera, Gustavo Avila, Juan Araya, Eduardo Azpúrua, Edmundo “Cocina” Ruiz, Millard “Musiú” Ziadie- y crea la columna Aquí, Madrugador, sin
firma, repleta de datos y líneas para los fanáticos del 5 y 6. Los
traqueos se hacen en la madrugada y quien se anticipa más, mejores
posibilidades tiene de agavillarse a las fórmulas ganadoras. Y eso lo
hacía muy bien. | ||
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Una de las fuentes, off the
record, comentó que su pasión por los caballos tenía un componente más
placentero: las jockettas, amazonas que por
aquellos años cabalgaron más de un pura sangre. “Inclusive, salió por ahí que había
tenido una novia y lo estaban buscando para matarlo”, comenta Ron
Pedrique. “No digas que yo te lo dije”,
murmura con sorna uno de sus allegados, “pero contaban en esos días que Omar
había sido sorprendido con la mujer de un preparador de caballos, en un
hotelito de la carretera Panamericana”. ¡Oído al tambor!, parece ser el
latiguillo de Lares que con sorna acompaña el
relato. | ||
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En esa Venezuela Saudita, la eterna camarilla de la estirpe
criolla -siempre oportuna, y
oportunista, a la hora de aprovechar ventajas para exhibir su boato-
había abandonado el Círculo Militar desde hacía tiempo. Si unos lustros
atrás Reynaldo Herrera -tal como se
lo comenta Pedro Estrada a Lares- le había propuesto al General Pérez
Jiménez la incorporación automática de los miembros del Country Club al
Círculo Militar, ahora la casta linajuda, pactaba con los nuevos ricos
surgidos por obra y gracia del mene. “Observa cómo la oligarquía siempre
trata de penetrar”, gemiría
Estrada. | ||
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Son esos vaivenes del arribismo los que le encasquetaron a
Lares la etiqueta de cronista social. Accedieron a las columnas y pudieron
mirarse en su espejo. “Al lado de
apellidos heredados, aparecían Pérez y Ramírez cuyo único título era
poseer apartamentos en Miami y casas rodantes en Venezuela”, escribe
Earle Herrera, en La magia de la crónica, sin saber que anunciaría con
profético acierto el recién estrenado y madrugador embeleco de estos días
bolivarianos. | ||
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Es en esa noche setentosa que
Lares saca punta a Sprit. Proliferan los piano-bar o pubs mínimos para el petit comité, como
Feeling, el Via Veneto
o el Juan Sebastián Bar. Es la década gloriosa de la República del Este,
ubicada en una ciudad que publicaba anualmente unos 200 títulos. Y para
otros, los clubes privados –sólo
para socios, como el Mau Mau, el City Hall o el Chuky-Loocky-, modernos, contrastantes y destinados a la
nouvelle vogue
caraqueña, abrían sus agallas al exceso. ¡Pintoresco! | ||
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Como si del Cronista Real de Indias se tratase -“ser hombre de cultura, buen escritor,
de vida honrada en público y en privado, porque se trata de
responsabilidad alta y noble”, había sido la sugerencia del rey Felipe II
en 1571 para este cargo- Omar
Lares ha compilado, en gran parte, tragantadas, tragantonas,
tragedias, tragicomedias, traiciones, trajes, trajines, tramas,
tramontanas, trampantojos, transacciones, trascendencias, transferencias,
transfiguraciones, transformaciones, transparencias y transpiraciones de
la sociedad pudiente, aún sin habérselo propuesto. ¡Ufff! | ||
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A diferencia de La ciudad se divierte, del mítico Pedro J.
Díaz -“clásico de la frivolidad,
aparente, entretejida de ironía y agudeza”, escribiría Salvador
Garmendia-, o de la Pantalla de los jueves, de su contertulio Abelardo
Raidi -distanciados por un impasse desde hace
pocos años-, la crónica de Omar Lares no es ni del todo
social, ni del todo deportiva, tal como lo ha expresado reiterativamente a
sus amistades. | ||
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Al igual que el antiguo cronista Indias, las columnas de Omar Lares han sido marcadas por
sus convicciones, sentimientos y pasiones. “El cronista tiende un puente entre las
cosas que vio y las que ve”, afirma Leo Ron Pedrique desde su oficina en Mágica FM, “establece un punto de referencia para
la gente que no conoció esa época”. Pero a veces los cronistas,
remolcados por su propio encandilamiento y por las falsas nociones de lo
que creen haber hallado, acogen y repiten cualquier idea. “Sin embargo –reitera Ron- dentro de
todos los cronistas es el más valiente en sus
denuncias”. | ||
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Por ejemplo en este período, en el cual al principio aupó a
Chávez, ha tomado una actitud bastante crítica. “También ha tenido una posición
constante sobre el tema de Fidel Castro, del comunismo en Cuba y la
situación del pueblo cubano”, añade Alfredo Schael. “Pero
en otras áreas”, prosigue, “Omar Lares ha sido un poco más débil,
y más posesionado en puntos de vistas muy
efímeros”. | ||
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“El Presidente Chávez
se ha abrogado la innecesaria, contraproducente y poco diplomática tarea
de retorcer la nariz del Tío Sam… erró
flagrantemente al declararse maoísta y un segundo Fidel Castro…”, ha
escrito recientemente Lares en su columna de los
jueves. | ||
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“Mi palabra de hombre
es que nunca Omar Lares ha recibido un centavo por opiniones o campañas
electorales”, testifica enfático Ron Pedrique. “Su
apoyo es espontáneo a algunas figuras, y es gratuito; he ahí el caso de
Chávez. El amor que le tuvo se transformó en odio. Ni cobró por el amor,
ni cobró por el odio”, puntualiza el empresario
radial. | ||
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Con algo de nostalgia, con mucho de saudade, con suficiente
melancolía, Lares comienza a escribir sus columnas con demasiado apego a
un pasado que no retornará. “Para
un cronista es difícil tener objetividad”, escribe Earle Herrera en el
citado ensayo, “sobre todo si lo
que se aproxima es la destrucción de un mundo y la creación de otro a
imagen y semejanza de los vencedores”.
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¿Pero puede ser
objetivo el figurante que ve acabarse la obra antes de tiempo? “Pasmo es el término para interpretar
en este momento la conmoción que experimenta la comunidad caraqueña”,
traza Lares, tras enterarse de la muerte de Federico Blohm, amigo entrañable. “Una pérfida prédica generadora de
revanchismo y un odio inocultable de clases”, agrega, es la fórmula
que explica todas las acometidas contra aquellos que otrora fueron
protagonistas del ornato, y hoy se repliegan al exilio. Ya le diría Pedro
Estrada, cual oscura pitonisa: “los
nuevos ricos venezolanos se están cavando su propia sepultura”. ¿Oligarcas,
temblad? | ||
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Pocas personas viven tan apasionadamente el periodismo como
Omar Lares. En la celebración
del octogésimo aniversario de El Universal, Napoleón Bravo lo presentó en
su espacio televisivo como cronista social. “Periodista deportivo”, corrigió
Lares. Y tampoco recordó que Lares fue pionero en el mundo de los
comentaristas deportivos en radio y
televisión. | ||
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Aún más, el tiempo lo ha estirado tanto –y su carácter cercano a la ubicuidad
también ha contribuido a ello- que ha registrado a las mujeres más
bellas en las fotos de su columna y a los hombres más elegantes. Ha
descrito, esbozado y profetizado más de una unión, ha realzado a las misses con más posibilidades en los concursos
internacionales, ha recorrido en auto –junto con Fangio- unos cuantos
kilómetros. Ha visto las hazañas deportivas más prominentes de la
historia, como el knok out que Rocky Marciano le propinara a Joe Walcot; dos faenas de Antonio Ordóñez en la Monumental
de Madrid; un squeeze play de Phil Rizzuto con Joe Dimaggio en
tercera base; y las goleadas de Pelé y Di Stéfano. Todo, todo en el lugar de los
acontecimientos, en vivo y en directo, para envidia verde o admiración
inmaculada. | ||
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Un matrimonio truncado, un recuerdo materno que punza en el
corazón, una hermana consentida –Zobeida-, un hermano con
galones de peso –el general
Bernardo Rigores Lares-, algunos amigos tristemente fallecidos –su cuñado León Holcblat, Chuchú Grisanti o Federico Blohm-, muchos amores
y admiraciones femeninas –Lupita
Ferrer, tal vez, según cuentan, sea la mayor-, grandes descubrimientos
y patrocinios artísticos –Toña
Granados, Floria Márquez, o su consentida Brenda Fígallo-, -tremendos desencantos políticos –Chávez, Irene Sáez-, un infarto
infame que le ha reducido la longitud de sus escapadas nocturnas, una
cincuentena de recuerdos y un gusto por la majeza, la galantería y la
exultación, podría ser el recuento sucinto de lo que Omar Lares es hoy cuando se
planta ante el espejo. Eso y sus uñas pulidas, sus corbatas de seda, sus
colonias francesas, sus trajes italianos y el Mercedes Benz de
turno. | ||
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Entretanto, afuera, el país está mudando la piel. Las
fiestas ya no son de órdago, pero los jacarandosos serán eternos. El gusto
por la pompa continuará insertándose entre pecho y espalda de los nuevos
actores, aunque el glamour del paraíso perdido se esté escurriendo de las
manos y de las plumas de los cronistas señoriales. Porque, a fin de
cuentas, nada es eterno. ¡Se cansa
uno! | ||
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Nota del
webmaster: Omar Lares
Rigores nació el 7 de mayo de 1929 y falleció el 10 de octubre de
2014 en la Clínica El Ávila, al sufrir un infarto fulminante cuando se
dirigía a la sede del diario El Universal, en la avenida
Urdaneta. | ||
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Fuentes:
www.marsolairequintana.wordpress.com,
publicado por la revista Exceso en
el año 2001. | ||
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Anécdotas
Hípicas Venezolanas,
viernes 28 de noviembre de 2014 | ||
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