Anécdotas Hípicas Venezolanas presenta

Enrique Soto Rivera

Por Juan Macedo

 

Al hablar de los pilares que sobre los cuales ha descansado nuestra hípica, rápidamente nos llega a la memoria el nombre de Don Enrique Soto Rivera, quien fue uno de esos apasionados por los purasangres que siguió muy de cerca el desenvolvimiento de nuestro hipismo a través de sus diferentes etapas y del que formó parte activa, de su esfuerzo y valioso conocimiento podemos en la actualidad disfrutar de grandes tardes de carreras.

 

Don Enrique nació el 4 de diciembre de 1914, siempre sintió afición hacia los caballos de carreras. Pero realmente quien lo introdujo al mundo fascinante del purasangre, y por ende al medio hípico, fue su amigo Alfredo Fernández (quien fue su compañero de colegio de toda la vida y fue presidente de un conocido Banco). Un buen día, junto a su hermana “La Nena” Fernández, tuvo su primer caballo, se llamaba Papelillo y así progresivamente se fue adentrando al mundo de los caballos, como propietario de extraordinarios pisteros y posteriormente como criador.

 

Después de esa experiencia, continuó como propietario corriendo bajo su nombre, cuando tuvo una yegua inglesa llamada Royal Bloom y se trajo luego otro caballo, un irlandés al que llamó Flamingo, ya que su nombre original en inglés era muy largo “Forever and Ever" (este fue el primer caballo que le cambió el nombre). Le puso ese nombre recordando el paisajismo más bello que había visto en su vida, fue en el Hipodromo de Hialeah, donde todo está bordado de lagos y flamingos.

 

Su chaquetilla del Stud Sandringham, con cuerpo a rumbos celeste y azul marino con mangas y gorra celeste se paseó victoriosa en muchos clásicos y sobre caballos de gran tesitura como el inmortal Hylander, que lo compró por cables, a través de la agencia Anglo-Irish L.T.D., mientras se cruzaban los cables, el caballo que había comprado como perdedor y que apenas tenía un segundo, ganó. Con Hylander ganó su primer clásico, el Ciudad de Caracas. El resto de la historia es harta conocida por los hípicos venezolanos. Por cierto, la razón por la cual se decidió por el nombre de Sandringham, ya que es el nombre del lugar donde la Reina de Inglaterra cría sus caballos. Este lugar queda en las afueras de Londres.

 

Con el argentino Prenupcial hizo un gran negocio, ya que en sociedad con Don Vittorio Catanese lo adquirió con 7 ejemplares más, la mayoría desahuciados, por la cantidad de 180 mil bolívares y para el Gran Premio Internacional Clásico Simón Bolívar de 1961 llamaron a  Gustavo Ávila, quien se encontraba haciendo campaña en USA, para conducirlo y el sorprendente Prenupcial superó pegado a la baranda al crack Klick. Seguidamente Prenupcial participó en el Washington Internacional en Laurel Park que figuró tercero detrás de las luminarias TV Lark y Kelso, con la monta de Gustavo Ávila, quien botó los estribos en los últimos 1000 metros de carrera, debido al extremo frío de la época en el estado de Maryland. Tras esa carrera Prenupcial fue vendido a intereses norteamericanos por US$60.000.

 

Además Don Enrique fue un fino estudioso de pedigríes de caballos de carrera y con bien cimentados conocimientos sobre la materia, que lo demostró con creces, aunque no de manera inmediata. La historia es la siguiente: se trajo a Venezuela a una yegua, posiblemente la más cara que se hubiese importado en aquella época, se trató de Presumed y le costó en aquella época unas 3 mil Guineas y el transporte aparte. Eso en aquella época era una locura (traer una yegua de esa clase, pero yo no se equivocó, ya que dio a Perry Mason). Vino servida por Royal Chargercasi nada!). El producto fue una potranca que registró como Port Royal, pero lamentablemente la madre la pisó cuando era muy chiquita y anduvo mal. Don Enrique no sabe ni como llegó a debutar, bajo el entrenamiento del Ing. Mario Mauriello.

 

Por supuesto después vino el mejor caballo que crió, Perry Mason, ganador clásico de 15 carreras hijo de Hylander en la mencionada Presumed, y luego por Brianboru obtuvo un potro que era prácticamente un crack, por intermedio de la yegua irlandesa Molinera. Lo cierto fue que este hijo de Brianboru debutó en 900 metros y batió record de pista. Luego a las 2 semanas volvió a correr, esta vez en 1000 metros, y volvió a batir record de pista (en aquella época cada vez que se batía un record sonaba una sirena). En la tercera actuación del potrillo, la cual fue el Clásico Antonio José de Sucre, lo pateó el pony del hipódromo. Fue una patada mortal y sin embargo llegó segundo de Gradisco, Cuatro semanas más tarde el potro estaba muerto, se pueden imaginar como seria la patada que recibió. Ese caballo se llamó Round Tree, porque así es como se dice en inglés Mata Redonda, que fue el lugar donde tenía un haras con Juan Vicente Gómez hijo, quien fue su compadre.

 

Trabajó con entusiasmo como criador, además de establecer patrones que sirvieron a otros que también incursionaron en la especialidad, dando a publicidad sus experiencias a través de escritos que llegó a publicar en la prensa local. Fue fundador del Haras El Campo. También se desempeñó como directivo del hipódromo.

 

De esta breve manera se resume la historia hípica llena de anécdotas, de Don Enrique Soto Rivera que falleció en la ciudad de Caracas el 6 de octubre de 1986 enlutando honorables hogares de la capital, pero su ejemplo seguramente servirá para que tanto las nuevas generaciones, así como las ya pasadas, sigan forjando nuestro hipismo.

 

Fuentes: Revista Hipodatos, Revista Hipódromo, Revista Gaceta Hípica.

 

Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 23 de noviembre de 2006

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