| Anécdotas Hípicas 
      Venezolanas presenta | |
| La 
      Tarde que Indudable perdió la Triple Corona 
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| Por 
      Winston Hernández | |
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| Aquel domingo 1ero de julio de 1.984 fui con 
      mis padres y mi hermano al Hipódromo La Rinconada. El 
      cielo estaba oscuro y se presagiaba un día lluvioso, pero eso poco nos 
      importó a nosotros y a los miles de fanáticos que nos dimos cita en el 
      óvalo de Coche para presenciar la carrera más esperada del año: el 
      Clásico República de 
      Venezuela (Gr. 1, 
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| El Corsario (1969, 
      Wa Wa Cy en Real Number por Pet Bully) había logrado la triple corona en 1.972 lo que quiere decir que, 
      para ese momento, ya habían pasado doce años y la afición estaba 
      sedienta de un nuevo monarca que lograra la hazaña. Indudable, a las órdenes de 
      José Padrón y 
      bajo el impecable entrenamiento de Julio Ayala, reunía todas las 
      características para conseguirlo. Muchos pensábamos que el reto más 
      difícil en las tres prueba era el Clásico José Antonio Páez (Gr. 1,  | |
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| Sin embargo, las cosas resultarían de forma muy 
      diferente a las que la lógica y el sentimiento indicaban. Bajo una 
      fuerte lluvia se dio la partida del esperado evento.  The Iron, con su jinete habitual 
      Juan Vicente Tovar 
      (+),  y Electricista (1981, Radiodifusor en La Tixou por Hill Chance) salían a señalar la ruta. 
      Ancares (1981, Chateaubriand en Patrulla por 
      Parrot) se ubicaba en el tercero a distancia 
      prudencial. Seguían: Biancamano (1981, Gallardo II en Iliada por Taki), Tanguero (1981, Stevward en Handsome Myth por Handsome Boy), 
      Farax (1981, Get 
      the Axe en Fare Swap por Warfare) -el 
      cual rodó en la primera curva y se fue contra la baranda exterior 
      lesionándose-, luego Indudable 
      y último Giovanotto (1981, Gentleman’s Word en Avemora 
      por Troubadour). Las señales de alarma se 
      encendieron cuando The Iron 
      dejó a Electricista en el camino, lo 
      cual sucedió en los 700 finales e Indudable accionaba lejos, como 
      de costumbre, pero lo peor es que lucía algo negado en la pista 
      fangosa. Al ingresar en la recta final, todos gritábamos y aupábamos a 
      Indudable pero su 
      remate no era tan efectivo como en carreras anteriores y la meta 
      estaba cada vez más cerca. La inmensa fanaticada no podía dar crédito a lo que veía: The Iron 
      se convertía en el “villano del día”… o más bien del 
      año… y el público enmudecía en las tribunas. Sólo los “tovaristas” 
      furibundos celebraron con aplausos el regreso de The Iron que fue buscado por el “Number One” 
      Manuel 
      Medina cuyo espectáculo no causó esta vez tanta 
      gracia dadas las circunstancias. | |
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| Después de la carrera, el cielo se aclaró y 
      poco después comenzó a hacer un sol radiante. Totalmente decepcionados, 
      como la gran mayoría, estuvimos a punto de regresarnos a casa pero 
      la enorme masa de aficionados que convirtieron nuestro pensamiento 
      en acción nos retuvo en el hipódromo una carrera más. Esa fue la 
      mejor decisión que pudimos tomar. | |
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| La siguiente competencia era una prueba para 
      yeguas de 3 y 4 años, debutantes o no ganadoras en distancia de 
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| Mi padre, después de escuchar todo lo 
      anterior, analizó esta prueba bajo la siguiente premisa: “Si Caoma debe ganar, ¿qué 
      yegua debería llegar segunda?”. Después de un concienzudo estudio 
      llegó a una sólida conclusión: Bumper Sub. Cuando Indudable perdió y nos quedamos 
      para ver esa carrera, mi papá le pidió Bs.  | |
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| La carrera, insisto bajo un radiante sol que casi 
      encandilaba, se desarrolló con Caoma liderando en la entrada de la 
      recta final. Desde el fondo, Bumper Sub 
      remataba por fuera -casi a lo Indudable- y una maraña de 
      yeguas peleaban el resto de las posiciones. ¿El resultado? Mi papá 
      acertó felizmente 
      la trifecta y por un buen 
      rato nos olvidamos del fracaso de Indudable. La pregunta que 
      surge cuando un fanático gana una apuesta saltó de repente en 
      nuestras mentes: ¿Cuánto pagará, 
      serán 300, 500, 1000 bolívares? | |
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| Confirmada la carrera, sin ningún problema, el 
      dividendo apareció en la pizarra: ¡más de Bs. 6.600!. Salimos corriendo a la taquilla, 
      cobramos el boleto y tomamos un taxi para ir a casa. El taxi nos cobró 
      Bs. 50, lo mismo 
      que había costado la sortaria trifecta, y cuando íbamos en el camino comenzó a caer 
      otra vez un soberano palo de agua 
      que nos hizo recordar de nuevo la promesa incumplida de 
      nuestro campeón Indudable. Hasta ese día no 
      sabía lo que significaba la palabra “agridulce”, pero 
      después de toda esta aventura lo entendí 
      perfectamente. | |
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| Anécdotas Hípicas Venezolanas, jueves 28 de abril de 2011 | |
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