| Anécdotas Hípicas 
      Venezolanas presenta: | ||
| El hipismo en Venezuela: orígenes 
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| Por Gerónimo Alberto Yerena 
      Cabrera  | ||
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| Una de las grandes 
      tradiciones del pueblo venezolano la constituye las carreras de caballos, deporte 
      que nació del fervor popular desde el mismo momento en que los  
      españoles los trajeron al Nuevo Mundo, en los inicios de la Conquista. 
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| El 
      caballo fue uno de los 
      elementos que más influyó en el proceso de integración de la cultura 
      ibérica con la aborigen. Ese fenómeno de transculturación fue 
      particularmente marcado en aquellos centros poblados en los que se 
      desarrolló la ganadería, sobre todo en los Llanos, donde se 
      convirtió en un pasatiempo ideal para que los llaneros demostraran su 
      habilidad en el dominio de las cabalgaduras. 
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| Los 
      primeros caballos que 
      arribaron al país lo hicieron en naves españolas a principios del siglo 
      XVI. Los aborígenes quedaron fascinados observando aquellos animales 
      extraños, que emanaban fuerza al desplazarse. Los rasgos del caballo eran 
      producto de una mezcla de los equinos ibéricos con los de raza árabe, que 
      dio origen a la bestia berberisca, que va a servirle al hombre hispano 
      para completar su proyecto de dominación, al tiempo que lo ayudó a 
      reforzar el trabajo en las inmensas llanuras de la Provincia de Venezuela, 
      que fue fundada en 1528.  | 
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| Los 
      españoles se adaptaron al 
      nuevo habitat y del intercambio afectuoso entre 
      blancos e indias fue surgiendo un mestizaje étnico y cultural. El hombre 
      mestizo se adaptó rápidamente a la vida laboral en las haciendas, donde 
      vivían en permanente contacto con sus caballerías, a las que cantaban 
      melodías matizadas por coplas plenas de leyendas ingeniosas. Con el tiempo 
      el hábito de cantar se arraigó de tal modo en el pueblo venezolano que dio 
      inicio al desarrollo de una musicalidad autóctona en tiempo de tres por 
      cuatro, aportando acordes de gran belleza al solaz de los llaneros. 
       El uso del caballo abarcó más allá de la faena en el campo y muy 
      pronto dio origen a las corridas de toros, tradición que vino de España; y 
      a los toros coleados, que fue el aporte del llanero 
      venezolano. | ||
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| Corridas y coleo de 
      toros | ||
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| En 
      las corridas intervenía un 
      solo jinete llamado picador, quien era el encargado de preparar al animal 
      para que fuese lideado por el torero, en lo que 
      se diferenciaba del coleo donde los jinetes se colocaban en grupo dentro 
      de una manga protegida y al darse la señal corrían detrás de los toros 
      para asirlos por el rabo y derribarlos. El coleador que lograba hacerlo en 
      menor tiempo era aclamado por el público y premiado con una cinta en el 
      hombro que le era colocada por las jóvenes más lindas de la aldea. Sobre 
      esta diversión existen datos desde 1683, cuando se celebraron siete tardes 
      de toros coleados en San Sebastián de los Reyes, en la ocasión de 
      celebrarse el cumpleaños del rey Carlos 
  II | ||
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| Juego de 
      máscaras  | ||
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| Al coleo se añadió el juego 
      de máscaras, el cual consistía en  una actividad que se llevaba a 
      cabo a través de dos líneas de jinetes -a las que llamaban carreras-, por 
      donde se desplazaban parejas enmascaradas ataviadas con sus mejores galas 
      y armadas con hachas. El objetivo era sortear tres vallas que se colocaban 
      en forma de obstáculos. La fila tenía una extensión aproximada de cien 
      metros y las reglas establecían que de ida debían moverse por el lado 
      derecho, deteniéndose frente a las autoridades con el fin de saludarlas, 
      en tanto que de regreso tenían que volver por el lado izquierdo, pero en 
      veloz carrera. Resultaba vencedor el primero en alcanzar la meta. En esa 
      época originaria no se podía medir el tiempo, ya que no existía ningún 
      instrumento para fijarlo.  | ||
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| Juegos de "Las cañas" y de 
      “Las Sortijas” | ||
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| Una variación de ese juego 
      eran “Las cañas” y “La sortija”, de los que hay 
      evidencias documentales desde 1573 en las actas del Cabildo de Caracas, 
      período en el que actuaba como regidor el legendario Garci González de 
      Silva.  | ||
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| El juego de “Las cañas” era bastante complejo y 
      consistía en una actividad en la que participaban jinetes con funciones de 
      escuderos o padrinos. El acto se llevaba a cabo en la plaza mayor a partir 
      del momento en que se abrían las puertas ubicadas en dos de sus extremos 
      para permitir que ambos grupos ingresaran al mismo tiempo con cestos 
      cargados de cañas, que eran en verdad lanzas de madera. Ambos grupos eran 
      seguidos de cuadrillas de jinetes protegidos con escudos en el brazo 
      izquierdo, quienes se desplazaban por la plaza saludando a las autoridades 
      y al público presente. Luego los dos equipos se ubicaban en extremos 
      opuestos y a una señal de los padrinos comenzaban la escaramuza, 
      acometiéndose con lanzas y retirándose cada vez que el padrino-capitán lo 
      considerara conveniente. El ganador era el que lograba golpear con sus 
      cañas a la mayor cantidad de adversarios, lo cual conseguían demostrando 
      mayor rapidez, precisión y audacia. El jurado era clave para determinar el 
      ganador, a quien se le otorgaba un galardón.  El de “La sortija” era más simple. 
      Consistía en un jinete que debía ensartar con su lanza un aro que colgaba 
      de una cinta, las cuales se ubicaban a lo largo de una calle ricamente 
      adornada para tal fin. Ganaba el que lograba llevarse más cintas y el 
      premio le era conferido por una dama 
  joven. | ||
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| Bolívar y los caballos 
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| Esos juegos son los 
      antecedentes de las competencias hípicas que se comenzaron a desarrollar a 
      partir de 1817 en Angostura (hoy 
      Ciudad Bolívar), fecha en la cual los patriotas conquistaron Guayana 
      gracias al esfuerzo de Manuel 
      Carlos Piar, completado más tarde por Bolívar. El territorio de lo que 
      es hoy día Venezuela fue establecido desde 1777 por Real Cédula de Carlos 
      III y ya para esa época las diferentes costumbres culturales de los 
      lugareños (indios,  mestizos, 
      negros, mulatos y blancos) se habían sincretizado de una manera natural, ocupando el 
      caballo un puesto preponderante en la actividad económica y socio-cultural 
      de la región.  |  | |
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| Ramón Páez, hijo primogénito de José Antonio Páez, el “Centauro de los Llanos”, dice en 
      su obra “La vida en los Llanos de 
      Venezuela” (1862) que “…el llanero gasta su vida a caballo y 
      éste le acompaña en todas sus acciones y actividades. Nada más noble para 
      él que recorrer las llanuras sin límites, echado sobre su ardiente corcel 
      dominando los toros salvajes; o derribando a sus enemigos”. Es decir, 
      su vida entera la desarrolla alrededor del caballo y desde niño se 
      adiestraba en la equitación. El caballo era su amigo, su sombra, su socio. 
      Iban juntos en la paz y en la guerra, en la fase de producción o al 
      comercializar la cosecha, en el amor o en la desdicha. Siempre 
      juntos. | ||
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| Al igual que cualquier 
      ejército de la época, los patriotas usaron el caballo para sus 
      entrenamientos militares, ya que era preciso adiestrar a la tropa en las 
      técnicas de la guerra. Esta actividad fue tan intensa que el soldado se 
      adaptó íntegramente al caballo y lo convirtió en su aliado. 
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| El mismo Libertador le 
      expresó a Perú de Lacroix en Bucaramanga (Diario de Bucaramanga, 1828) que 
      en una ocasión observó a su edecán Diego Ibarra conversando de una 
      manera poco usual con otros oficiales, en un apostadero cercano al río 
      Orinoco. Intrigado por sus gestos se acercó con sumo cuidado para que no 
      percibieran su presencia y al escuchar lo que hablaban pudo darse cuenta 
      de que no se trataba de una discusión, sino de una apuesta. El motivo de 
      la misma era la aseveración que les hacía Ibarra de que era capaz de 
      brincar de punta a punta por encima de un caballo que allí se encontraba. 
      El animal tenía un gran tamaño y se encontraba amarrado a un poste, 
      intranquilo, mostrando su fortaleza con movimientos rápidos y precisos. 
      Ibarra le hizo ver a sus compañeros las características del animal y, para 
      crear más expectativa, les explicó que el salto lo daría desde la parte 
      trasera de la bestia, sin tocarle la cola ni la cabeza, lo que parecía 
      imposible y por tanto le aceptaron la apuesta, ya que consideraban que la 
      fanfarronada de Ibarra les iba permitir ganarse con facilidad unos buenos 
      maravedíes.  | ||
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| Muy pronto se arrepentirían 
      de haberlo hecho. El retador dio un brincó descomunal que lo catapultó por 
      encima del animal sin tocarle un solo pelo, lo que le permitió ganarse la 
      admiración de los presentes… ¡y la 
      apuesta! Mientras celebraban el suceso, Bolívar se acercó hacia el 
      lugar donde se encontraba el grupo y después de saludarlos les expresó que 
      él también podía efectuar una proeza semejante y, por supuesto, varios de 
      los presentes le aceptaron la apuesta, ya que no creían que un hombre de 
      tan baja estatura pudiera hacer lo mismo. Recogidas las cantidades 
      convenidas, Bolívar saltó y -como 
      era de esperarse- no pudo lograr su meta, cayendo sobre el cuello del 
      animal. Herido en su amor propio, procedió a apostar de nuevo y esta vez 
      pudo llegar hasta la cabeza del caballo, dándose un fuerte golpe en sus 
      partes sensibles lo que le ocasionó una intensa y visible palidez en el 
      rostro. Sin embargo, su terquedad no tenía límite y se impuso sobre la 
      sensatez, que aconsejaba desistir de aquella meta casi imposible de lograr 
      para un hombre de sus dimensiones. Por lo tanto apostó de nuevo, pero esta 
      vez tuvo éxito y logró pasar al otro lado del animal sin tocarle un solo 
      pelo, con el regocijo de sus hombres, especialmente de Ibarra, quien 
      estaba preocupado por su actitud.  | ||
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| El Libertador buscaba 
      imponerse sobre aquellos hombres aguerridos y, por lo tanto, su intento 
      iba más allá de una simple proeza, ya que deseaba reforzar su liderazgo, 
      recientemente vapuleado por la terrible polémica que sostuvo con el 
      general Piar y que terminó con un juicio militar que llevó al vencedor de 
      la batalla de San Félix ante el paredón de 
      fusilamiento. | ||
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| El inicio de la equitación 
      como deporte  | ||
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| Es justamente en esa época 
      cuando se inician en Guayana las primeras competencias hípicas como 
      espectáculo organizado. Esos desafíos se hacían a campo traviesa, naciendo 
      con ellos la tradición hípica promovida por la oficialidad británica que 
      vino de Europa después de haber derrotado a Napoleón Bonaparte. Esos 
      militares fueron contratados en Londres por Luis López Méndez y arribaron 
      a la población de Angostura para colaborar con la independencia de lo que 
      muy pronto habrá de ser la República de Venezuela. Entre esos oficiales se 
      encontraban Gustavo Hippisley, Donald Campbell y 
      Henry Wilson, fanáticos del hipismo, quienes trataron de superar su 
      nostalgia reviviendo una de las más fuertes tradiciones de su país, creada 
      por Enrique II en Smithfield en las postrimería 
      de su reinado (1133-1189) y 
      reforzada en 1576 por Isabel I cuando apareció el informe de Próspero 
      D’Osma, quien era el que regentaba las haras reales, con lo cual se inició la historia de los 
      purasangres, perfeccionada más tarde con el libro del pedigree en el que se buscaba establecer los linajes 
      de los descendientes de los padrillos árabes Byerley Turk, 
      Darley Arabian y Godolphin Arabian. | ||
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| La hípica se vio 
      fortalecida por el monarca Jaime I, quien fundó el hipódromo de Newmarket 
      en 1634, año en que concedió por primera vez la Gold Cup. Luego le correspondió a la reina Ana inaugurar en 
      1711 el hipódromo de Ascot y presidir la primera 
      carrera de lo que en los años por venir se convertirá en el más famoso 
      centro hípico del mundo. Tiempo después se inauguró el Derby de Epsom (1780) y trece años más tarde apareció el studbook, registro en el que se comenzó a llevar 
      constancia del linaje de los purasangres en la Gran Bretaña, lo que 
      estableció un precedente a nivel 
  mundial. | ||
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| Toda esa tradición la 
      tenían presente los oficiales ingleses que se encontraban en Angostura, 
      quienes organizaron la primera competencia hípica el 27 de abril de 
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| El nuevo deporte había 
      nacido bajo las premisas de la libertad y de la igualdad, impulsado nada 
      menos que por el que muy pronto será el Libertador de Venezuela y de 
      otras cuatro naciones. Este deporte le será de gran utilidad, ya que 
      servirá de distracción a los soldados, lo cual fue muy importante en 
      aquellos días en que se necesitaba mantener en alto la moral de la tropa, 
      aunque todavía se desconocían las rigurosas normas que regían el llamado 
      deporte de los reyes.  | ||
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| Fuentes: Carlos 
      Alarico Gómez, http://venelib-antao.blogspot.mx 
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| Anécdotas Hípicas 
      Venezolanas, 
      viernes 28 de agosto de 2015 | ||
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